LA SALUD MENTAL EN AMÉRICALATINA Y EL CARIBE
Lo que antes era un tema tabú, hoy se ha convertido en un problema de salud pública en América Latina y el Caribe (ALC). Se estima que una de cada cuatro personas en la región experimentará un trastorno de salud mental a lo largo de su vida. La depresión ya es la segunda causa de años vividos con discapacidad en mujeres y la tercera en hombres, medida como la cantidad de años en que las personas no pueden vivir plenamente debido a una condición que afecta su bienestar y funcionamiento.
La pandemia de COVID-19 aceleró aún más esta crisis. Los confinamientos, la incertidumbre económica y el miedo al contagio se sumaron a presiones ya existentes: una conectividad digital constante que desdibuja los límites entre el trabajo y el descanso, al tiempo que abre la puerta al ciberacoso y la comparación social; una fragmentación social que debilita los lazos comunitarios y aísla a las personas; y un clima cambiante que genera estrés emocional y económico. La rápida adopción de los teléfonos inteligentes y la normalización del uso de redes sociales han agravado esta carga, especialmente entre jóvenes. El uso excesivo de pantallas se ha relacionado con alteraciones en patrones del sueño y una mayor vulnerabilidad a trastornos del estado de ánimo en adolescentes. En conjunto, estas tendencias han hecho que los problemas de salud mental en la región sean más comunes y urgentes.
Este #GraphForThought utiliza datos del Estudio sobre la Carga Mundial de Morbilidad (GBD, por sus siglas en inglés) y hallazgos preliminares del próximo Informe Regional sobre Desarrollo Humano 2025 para explorar cómo la salud mental impacta el desarrollo en ALC1. Dado que muchos países carecen de registros administrativos robustos sobre salud mental, el GBD ofrece estimaciones valiosas basadas en una diversidad de fuentes, como censos, encuestas de hogares, estadísticas vitales, datos de servicios de salud y registros de enfermedades, entre otros, para analizar tendencias a lo largo del tiempo.
Las personas en ALC están reportando niveles de ansiedad más altos que nunca, superando tanto a los países desarrollados como al promedio global. En 2021, el 7.3% de la población de la región tenía un trastorno de ansiedad, en comparación con el 6.4% en los países de la OCDE y el 4.7% a nivel global. Hace dos décadas, ALC y los países de la OCDE presentaban una prevalencia similar (alrededor del 5.5%), pero la brecha ha ido aumentando. La depresión también ha crecido, pasando del 3.5% en 2000 al 4.4% en 2021. Aunque esto sitúa a la región en línea con el promedio mundial, todavía está ligeramente por debajo del nivel de la OCDE (5.1%).
Los problemas de salud mental no se distribuyen equitativamente en ALC, con las mujeres estando desproporcionadamente más afectadas. En promedio, la ansiedad y la depresión son 1.8 veces más comunes en mujeres que en hombres: el 9% de las mujeres enfrenta ansiedad y el 6% depresión, frente al 5% y 3% de los hombres, respectivamente. La violencia de género, las responsabilidades desiguales de cuidado y las expectativas sociales rígidas contribuyen a esta mayor vulnerabilidad (Valle, 2025).
Si bien esta brecha de género también se observa en los datos de la OCDE y a nivel global, es más amplia en ALC. Las normas sociales relacionadas con la masculinidad pueden ocultar los desafíos de salud mental en los hombres. Las tasas de suicidio masculino en ALC son significativamente más altas que las femeninas, lo que sugiere que muchos hombres están atravesando dificultades en silencio. El estigma alrededor de expresar las emociones y la búsqueda de ayuda psicológica puede limitar el bienestar y la libertad de muchas más personas de las que muestran los datos.
El acceso a la atención en salud es uno de los principales obstáculos para abordar esta problemática. Los servicios de salud mental son escasos en toda la región, y su asequibilidad sigue siendo un reto. Esta escasez se refleja en la baja disponibilidad de especialistas: en promedio, ALC tiene 3.4 psiquiatras por cada 100,000 personas, muy por debajo de la media de más de 18 en los países de la OCDE. Las comunidades rurales y desatendidas enfrentan limitaciones aún mayores. Incluso cuando se logra un diagnóstico, el acceso al tratamiento no está garantizado. Las interrupciones en las cadenas de suministro de medicamentos psicotrópicos a menudo impiden una atención continua y de calidad (Valle, 2025).
A pesar de la carga creciente, la mayoría de los países de la región asignan menos del 3% de sus presupuestos nacionales de salud a la salud mental. Aumentar la inversión e integrar la atención en salud mental en los servicios de atención primaria es fundamental, especialmente para las personas en zonas rurales o marginadas. La tecnología también puede jugar un papel importante. Plataformas digitales de terapia en línea, las redes de apoyo y aplicaciones móviles pueden complementar los tratamientos tradicionales. Integrar servicios de salud mental en las escuelas y espacios comunitarios también puede ayudar a reducir el estigma y la sensación de exclusión. A nivel regional, mejorar la recolección y reporte de datos es esencial para formular políticas eficaces, ya que la falta de información de calidad limita la capacidad de los países para evaluar necesidades o medir avances en este tema (Valle, 2025).
Los trastornos de salud mental no siempre presentan síntomas físicos visibles, como un sarpullido o una tos, pero su impacto es real. Puede afectar el desarrollo desde la infancia hasta la adultez, influyendo en el rendimiento académico, las habilidades sociales y las oportunidades laborales futuras. Al limitar la capacidad de las personas para participar plenamente en la sociedad, puede reducir la productividad, aumentar los costos en salud y protección social, y reforzar ciclos viciosos entre la pobreza y enfermedades mentales. La salud mental también puede tener implicaciones para la vida democrática: la depresión, por ejemplo, puede distorsionar la percepción de la realidad, influyendo potencialmente en las decisiones electorales y el ámbito político. Estos impactos de gran alcance señalan que apoyar el bienestar mental no es solo una cuestión de cuidado, sino un elemento central para ampliar las libertades y construir sociedades resilientes.
1 Un análisis en mayor detalle del panorama de la salud mental en la región estará disponible en la Interconexión “La epidemia oculta: los desafíos de la salud mental en ALC” y en el documento de antecedentes “Comprender el desafío de la resiliencia y la salud mental en América Latina y el Caribe” de Valle (2025), que hacen parte del Informe Regional sobre Desarrollo Humano 2025, próximo a ser publicado.
Informe del Programa para el Desarrollo Sostenible de la Naciones Unidas https://www.undp.org/es/latin-america/blog/fuertes-por-fuera-luchando-por-dentro-el-deterioro-de-la-salud-mental-en-america-latina-y-el-caribe