Salud mental docente: Un desafío desapercibido en tiempos de cambio
Rev. Hosp. Psiq. Hab. Volumen 21| No 3 | Año 2024 |
Este material es publicado según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0. Se permite el uso, distribución
y reproducción no comerciales y sin restricciones en cualquier medio, siempre que sea debidamente citada la fuente primaria de publicación.
Estimada editora:
Leímos con mucho interés la carta al editor de Hernández et al. titulada "Impacto del COVID-19 en la
salud mental en Latinoamérica". En este documento se destacaron las repercusiones de la pandemia sobre
la salud mental de diversos grupos etarios y se precisaron los desafíos que enfrentaron los sistemas de
salud para afrontar esta problemática. (1) Inspirados en dicha reflexión, queremos extender la discusión
hacia un colectivo frecuentemente invisibilizado: los docentes de educación básica.
Este grupo profesional, que constituye la base del sistema educativo, suele afrontar una serie de desafíos
que impactan significativamente en su bienestar emocional y psicológico, comprometiendo a su vez su
práctica pedagógica y el logro de aprendizajes de los estudiantes. En la actualidad se considera que los
docentes son protagonistas en la formación de las futuras generaciones; sin embargo, el ejercicio de su
profesión comprende una carga de estrés derivada de factores como la sobrecarga laboral, la multiplicidad
de roles que desempeñan, las exigencias administrativas, la atención a estudiantes con particularidades
inherentes y, en muchos casos, la falta de recursos e infraestructura adecuada. (2) Estas condiciones
provocan una presión constante que puede desencadenar problemas de salud mental como el estrés
crónico, la ansiedad, la depresión e incluso el síndrome de burnout.
Las repercusiones de dichos trastornos han sido ampliamente documentadas en la literatura científica; no
obstante, la salud mental general y, específicamente, de los docentes sigue siendo un tema
insuficientemente priorizado en las políticas públicas. (3) Esto resulta preocupante si se considera que el
bienestar de los docentes no solo es un componente esencial para su calidad de vida, sino también un
factor determinante para la efectividad del proceso de enseñanza-aprendizaje. (4) Un docente que enfrenta
dificultades emocionales puede experimentar una reducción en su capacidad para diseñar experiencias
pedagógicas innovadoras, establecer relaciones empáticas con sus estudiantes y gestionar adecuadamente
los desafíos que surgen en el aula. (5)
Además, las condiciones laborales en las que se desempeñan los docentes de educación básica suelen ser
precarias. En Perú, tanto en instituciones públicas como privadas, los docentes deben enfrentar altas cargas
de trabajo, salarios bajos, grupos numerosos de estudiantes y una falta de reconocimiento social por su
labor. (6) Además, al igual que en muchos países de Latinoamérica, estas dificultades se exacerban en áreas
rurales o de difícil acceso, donde las barreras sociales, económicas y culturales añaden un nivel de
complejidad adicional. En tales escenarios, los docentes no solo cumplen funciones pedagógicas, sino
también roles de apoyo social, convirtiéndose en agentes dinámicos en los centros poblados o
comunidades que a menudo carecen de otros recursos educativos y sociales. (7)
El impacto de la pandemia por COVID-19 ha evidenciado, de manera contundente, la vulnerabilidad
emocional de los docentes. Un estudio realizado en el contexto peruano, basado en una encuesta nacional,
reveló que el 19,8 % de los docentes presentaron síntomas de depresión, el 28,8 % manifestaron ansiedad
y el 54,6 % reportaron niveles de estrés. (8) Como se observa, muchos docentes se enfrentaron a la