externas. (50) La perspectiva sistémica explica la violencia en la crianza como un ejercicio de poder en
contextos ecológico-sociales que se influencian recíprocamente. El sometimiento de los padres hacia los
niños mediante crianza violenta busca cumplir su voluntad, con daño al menor.(27) Las creencias
socioculturales que justifican la violencia como método disciplinador se transmiten
transgeneracionalmente. En Latinoamérica muchos padres consideran los castigos físicos como una forma
válida y beneficiosa de disciplina, y utilizan también el diálogo para consolidar sus efectos.(50) Algunos
creen que el diálogo no basta ante la irrespetuosidad, y obligan a los niños al castigo físico.(28) Además de
golpes, un 74 % recurre a maltratos verbales.(49) Los niños suelen justificar el castigo físico parental frente
a la desobediencia, y consideran la falta de castigo como su causa.(17) El condicionamiento sociocultural
es tal que la violencia termina percibiéndose como necesaria e inevitable. Los padres son fundamentales
en transmitir estas distorsiones justificadoras.(49) Las conductas disruptivas en la niñez perturban la
dinámica familiar, escolar y social. Incluyen exceso de actividad, desobediencia a reglas, berrinches,
peleas, etc. Los padres reconocen estas conductas externalizantes, y expresan preocupación y deseos de
controlar dichos comportamientos.(24,36) Su aparición se relaciona con deterioro de prácticas parentales y
salud mental, y representan factores de riesgo para el desarrollo.(31) Los padres buscan respuestas ante
síntomas de impulsividad, agresión, desatención, etc. en sus hijos.
La sociedad direcciona a la familia, cuyos cambios paradigmáticos generacionales e histórico-culturales
marcan su accionar en la preparación infantil para desafíos. No obstante, la ambigüedad resultante ocasiona
inconsistencia, insatisfacción e ineficacia en los estilos parentales.(44) Los problemas conductuales
infantiles requieren un abordaje multidimensional que incluye la cultura, la familia y y el contexto.(49)
Cuando las competencias y condiciones parentales de apoyo, control y afecto falten, surgen conductas
disruptivas por manejo inadecuado.(50) Estas son causadas por disfunciones de crianza, que perturban
desarrollo psicosocial y emocional, más allá del contexto social.(22) Ciertos padres usan los mismos estilos
aplicados con ellos, los cuales anuncian comportamientos futuros en los hijos, que pueden ser beneficiosos
o confusos según la valoración infantil de sus funciones.(15,27) Existe bidireccionalidad entre estilos de
crianza y desarrollo comportamental al considerar: a) personalidad parental como determinante del estilo
y la adquisición de habilidades parentales. b) componentes contextuales que median roles familiares. c)
características infantiles, con temperamento más conductas aprendidas que crean patrones
positivos/negativos.(23) Se detallan conductas derivadas de ciertos estilos: a) autoritario: baja autoestima,
irritabilidad, vulnerabilidad. b) permisivo: desobediencia, insistencia, manipulación. c) negligente:
exigencia a otros, justificación de problemas.(17) Los padres satisfechos tienen hijos con menos
comportamientos disruptivos. Los progenitores con prácticas parentales poco proclives observan
características preocupantes como desacato de órdenes e indisciplina.(17) Estudios plantean que
comportamientos como desobediencia, agresividad y hostilidad provienen de una crianza con escaso
involucramiento parental, supervisión rígida y comunicación pobre, que evidencia agresividad moderada.
(18,39) En niños predomina el estilo autoritario, con inadaptación escolar y social; en niñas el permisivo,
genera inadaptación en todos los ámbitos. El democrático y permisivo no garantizan una adaptación