Su persistencia en el tiempo, justo, ha permitido el reconocimiento de estos males como emergentes,
cuando se manifiesta un nuevo tipo de infección, pero que deriva de la modificación de un patógeno
existente, como una nueva cepa o cuando se manifiesta a partir de una enfermedad desconocida; o
reemergentes, en caso de que un organismo infeccioso originario de una determinada región del globo
reaparezca en otra localización geográfica.
(8)
En ambos casos, la enfermedad se manifiesta claramente
por descuido, negligencia y falta de prevención, matando más personas que cualquier guerra o catástrofe
natural, ejemplo de la peste negra o bubónica, una de las primeras pandemias mundiales, ocasionada en
el siglo XIV y que arrebató la vida a más de 50 millones de personas.
(4,9)
No obstante, existen otras zoonosis bacterianas como la tuberculosis, salmonelosis o cólera; igual que la
zooparasitosis que se destacaron con la sarna o escabiosis, toxoplasmosis y malaria; o las zoonosis
fúngicas, menos conocidas, pero que igual se destacan por la tiña, criptococosis e histoplasmosis.
(10)
En
la memoria colectiva social y con un fuerte impacto en la salud pública global, están una serie de virus
zoonóticos que afectaron, y que en algunos casos, continúan afectando a la humanidad, es el caso de la
influenza, infecciones por vector (dengue, zika, fiebre amarilla, chikunguña, entre otros), ébola, viruela
símica y, por supuesto, la vivencia del más reciente coronavirus, el SARS-CoV-2.
Los pacientes remitidos para evaluación o rehabilitación neuropsicológica, por lo general, son personas
con un diagnóstico neurológico asociado a una afectación funcional que les impide de ser
autónomos.
(11,12)
Acuden al neuropsicólogo por sus déficits cognitivos, emocionales, sensoriales,
psicomotores, y que a veces, están acompañados por comorbilidades neurodegenerativas, crónicas,
psiquiátricas y hasta por enfermedades concomitantes o independientes. Lo más frecuente es que sean
sujetos con daño cerebral por afectaciones diversas como trastorno relacionado con sustancia,
enfermedad oncológica, traumatismo craneoencefálico, entre otras.
(13)
En este sentido, para que el neuropsicólogo pueda maximizar la funcionalidad del paciente mientras
contrarresta, de manera sincrónica, las pérdidas de acción por daño en el tejido nervioso encefálico, debe,
primero, realizar una evaluación capaz de diferenciar el déficit previo de un posible incremento de la
afectación, por efecto de las complicaciones o síntomas post-infecciosos temporales u permanentes de
una enfermedad zoonótica viral. En segundo, construir un programa de rehabilitación adaptado a las
reales necesidades clínicas del paciente, de tal manera, que este pueda recuperar parte o total autonomía
funcional.
(14,15)
Este proceso de intervención implica un especial conocimiento neuroanatómico y neurofuncional, pero
también, una acción conjunta con el equipo multidisciplinario para considerar todas las dimensiones
humanas y sociales del paciente.
(12,14)
Son diversas las áreas del conocimiento que trasversalmente deben
intervenir, y no apenas la rehabilitación (recuperación) y la estimulación (manutención/potenciación) de
procesos funcionales o neuropsicológicos. También el apoyo emocional (trabajar estrategias de
afrontamiento y adaptación) y todo lo que esté asociado al desarrollo de una comunicación asertiva con
los amigos y familiares, así como la reinserción social y laboral.
(11,15)