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la relación autismo-epilepsia va más allá de las crisis, es así como se han descrito
alteraciones epileptiformes en el electroencefalograma (EEG) de estos enfermos que
oscilan entre un 10,3 y un 72,4 %; alteraciones subclínicas, entre un 6,1 y un 31 %, así
como elevada actividad epileptiforme durante el sueño sin sufrir epilepsia clínica.(6) Las
anormalidades epileptiformes pueden ser puntas focales, puntas multifocales,
complejos punta-onda generalizados o polipuntas generalizadas.
Entre el 10 y el 50 % de los niños autistas sufre una “regresión de la conducta” adquirida
después de un periodo de desarrollo normal. Esta regresión abarca las habilidades
lingüísticas, la sociabilización y el juego. Aunque en la mayoría de los casos el origen es
desconocido, debe tenerse en consideración el papel de la epilepsia en estos cuadros.(7)
Se ha señalado que la ausencia de crisis clínicas durante la regresión no descarta el
origen epileptogénico del proceso regresivo. Las crisis sutiles y subclínicas pueden pasar
desapercibidas; no obstante, se ha objetivado que una proporción elevada de niños con
autismo presenta actividad epileptiforme subclínica muy variable. Por ello, se admite
cada vez más que la regresión sostiene una asociación significativa, no solo con los niños
con crisis clínicas, sino también con aquellos con alteraciones epileptiformes en el EEG.
en los niños autistas que han sufrido un proceso regresivo. Esta actividad se ubica
mayoritariamente en áreas centrotemporales.
La asociación de ambas condiciones obedece a factores etiológicos (genéticos) y a una
fisiopatogenia similar, por esta razón algunos investigadores han propuesto que el
autismo, al igual que la epilepsia, puede estar causado por un desequilibrio entre la
excitación y la inhibición en sistemas neurales claves del córtex cerebral.(3) Varios
hallazgos sugieren un papel del sistema gabaérgico en la neuropatología del autismo. Se
ha descrito decrimento de las enzimas del sistema gabaérgico y disminución de la
disponibilidad de GABA en pacientes autistas. Asimismo, en el campo de la genética se
han hallado anormalidades en la región cromosómica 15q11-13, en la que se ubican
genes de los receptores GABAA.
De esta forma, los niveles bajos de GABA pueden reducir el umbral para el desarrollo
de la epilepsia, tan asociada al autismo, ya que provocan un déficit de la
neurotransmisión inhibidora y, en consecuencia, una hiperexcitabilidad de las neuronas.
El estado de hiperexcitabilidad, junto con la hipersincronía, caracteriza las neuronas
epilépticas, que producen descargas epilépticas, incluso justificaría las manifestaciones
epileptiformes del EEG.
Por otra parte, también hay una serie de trastornos genéticos relacionados tanto con el
autismo como con las convulsiones. Los factores de riesgo incluyen tener un diagnóstico
de Rett, X frágil, Angelman o Prader-Willi, entre otras condiciones. Además, condiciones
como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la ansiedad y los
trastornos del sueño, son comunes tanto en la epilepsia como en el TEA.
La proteína CNTNAP2, o Catnap2, es producida por las células cerebrales y la han
relacionado con el control de las hiperexcitabilidad de las neuronas. En pacientes con