En los adolescentes cubanos (menores de 19 años) desde 2011-2014 se reportaron 149 fallecidos por
suicidio (37 por año como promedio general), lo que representó una tasa acumulada para todo ese periodo
de 2,6 por cada 100,000 habitantes.(17)
El subgrupo de 10-14 años presentó 35 fallecidos para una tasa acumulada de 1,2 por cada 100 000
habitantes y el subgrupo de 15-19 reportó 114 fallecidos y una tasa de 3,8 por cada 100 000 habitantes. El
subgrupo de 10-14 años tuvo un incremento del porcentaje de cambio relativo de un 60 %.(17) Estudios
internacionales refieren que es cada vez más frecuente la aparición de esta conducta en la adolescencia
temprana, no solo por los factores de riesgo, sino por el desarrollo tecnológico de los últimos años.(18) El
intercambio de información a la que tienen acceso los jóvenes es probable que acelere su desarrollo
evolutivo, elaborando a edades cada vez más tempranas el significado de la muerte.(19)
En Cuba, las nuevas tecnologías y el consumo de materiales audiovisuales ganan espacio entre los
jóvenes.(20) Un estudio realizado en adolescentes cubanos reportó que la adicción a las tecnologías e
internet se ha propagado fuertemente. Esto, sumado a la falta de control y supervisión por parte de los
padres o al ambiente de un hogar disfuncional, produce una propensión a la adhesión, lo cual tiene efectos
negativos en el comportamiento de los adolescentes. Aparece la soledad, la reducción del bienestar
psicológico, afecta su socialización y su desarrollo psicomotor.(17,18,19)
El grupo de 60 años y más fue el de mayor tasa en la mortalidad por suicidio en el país. Una investigación
nacional reportó que las tasas más elevadas en los hombres y en los mayores de 60 años se presentaron en
la década de 1990, conocida como periodo especial, y caracterizada por la peor crisis económica vivida en
Cuba después de 1959, cuando se agudizaron los problemas económicos y sociales en el país en cuanto a
la alimentación, el transporte, la electricidad, los medicamentos, la falta de recreación y otros aspectos de
la vida cotidiana, que pudieron haber influido en esta conducta.(20,21)
Estudios realizados en los ancianos encontraron como factores de riesgo para el suicidio la depresión y la
ansiedad, las necesidades insatisfechas, la pérdida de seres queridos, las enfermedades crónicas, las
carencias sociales, los conflictos familiares, la situación económica desfavorable, el aislamiento y la
desesperanza. En muchos casos, sufren maltratos o necesidades no satisfechas, padecen de pérdidas de su
capacidad física o cognitiva, o pérdidas de familiares, de amigos y de los roles que desempeñaban antes
en la vida, y aunque algunas de estas carencias pueden evitarse, otras son inevitables.(22,23,24)