La afectación de las funciones ejecutivas se ha encontrado en las capacidades de generar estrategias para
recuperar información, la habilidad de razonamiento abstracto y la flexibilidad cognitiva. Sobre esta
cuestión, Muñoz-Céspedes y otros
(22)
añaden que la afectación pudiese verse evidenciada en la dificultad
que presentan estos sujetos para centrarse en una tarea y finalizarla sin un control ambiental externo, lo
que es correspondiente, inclusive, con lo descrito como déficit en la atención, la presencia de un
comportamiento rígido, perseverante, a veces con conductas estereotipadas, dificultades en el
establecimiento de nuevos repertorios conductuales junto con una falta de capacidad para utilizar
estrategias operativas y en las limitaciones en la productividad y la creatividad con falta de flexibilidad
cognitiva presentes, elementos estos que no difieren de lo anteriormente expuesto como deterioro
cognitivo.
Llama la atención que los dos usuarios con afectación de las funciones ejecutivas manifiestan también
problemas en los mecanismos atencionales y de memoria, que constituyen procesos básicos respecto a
tales funciones. El único sujeto que resolvió bien las tareas correspondientes a esta función, también tiene
conservados relativamente los procesos atencionales. Lo que valida la afirmación de Benedet
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de que:
“la función principal del sistema de alerta es la de aumentar la disposición para recibir información y la
rapidez del procesamiento”, haciendo alusión directa a la relación entre el sistema atencional con las
funciones ejecutivas, incluyéndolo, así, en el complejo ajuste de la conciencia, capacidad limitada y el
control por parte de los niveles superiores de cognición.
Respecto a las potencialidades con que cuentan estos individuos para responder al déficit, estas se ubican
esencialmente en aquellos procesos mentales que están conservados relativamente, entre estos destaca el
lenguaje, en el que los sujetos obtienen buenos resultados tanto en tareas de fluidez verbal como de
comprensión y escritura. Ello se convierte en un recurso esencial para futuros entrenamientos cognitivos.
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En menor medida, la percepción básicamente adecuada de la realidad –cuando están compensados–,
determinados intereses, cierta autonomía funcional y la orientación salutogénica se convierten, en algún
caso en particular, en recursos que pueden ser empleados para abordar el déficit cognitivo. Lo que se ha
constatado en la literatura a través del análisis de los distintos modelos de rehabilitación cognitiva, como
es el caso de la terapia psicológica integrada, en cuyas sus prácticas se procura potenciar niveles de
motivación y realización en actividades diarias, que devienen del propio proceso terapéutico y
contribuyen, a su vez, a la atenuación de los síntomas y el enlentecimiento del progresivo deterioro.
(8,12)
No es, sin embargo, la gestión de redes de apoyo una potencialidad que se haya podido encontrar en
ninguno de las personas estudiadas. Lo que puede haber sucedido producto al abandono familiar, del cual