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Introducción
La esquizofrenia, la más frecuente de las psicosis crónicas, es definida por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno grave, que aparece
típicamente en la adolescencia o en los primeros años de la vida adulta. Se caracteriza
por una distorsión profunda de las percepciones, el pensamiento, lenguaje y el sentido
de la identidad, con potencial deterioro del funcionamiento hasta el punto de causar la
pérdida de aptitudes adquiridas.
(1)
En la últimas décadas este trastorno ha sido motivo de numerosas investigaciones con
diversas temáticas, que abarcan desde los factores psicosociales involucrados en su
etiopatogenia, hasta el desarrollo de métodos para su tratamiento, siendo de consenso
general que existen múltiples factores en la etiología de este trastorno. En esta
diversidad causal la psicofarmacología y las terapias psicológicas abarcan una parte de
los problemas relacionados con la enfermedad, siendo pocos los programas de
intervenciones integradas o multimodales desarrollados hasta la actualidad.
(2,3,4)
En este sentido, la psiquiatría es un escenario fundamental para desarrollar el abordaje
integral de los enfermos psiquiátricos, por lo que su implementación práctica debe
constituir una meta en la psiquiatría actual y su objetivo fundamental es el de prevenir
y tratar los trastornos mentales a partir de sus recursos asistenciales, así como las
acciones de rehabilitación e incorporación de los pacientes a la comunidad, acciones
que se desarrollan sobre bases conceptuales, metodológicas de la psiquiatría social y
otras ciencias sociales, con lo cual se logra un estado de satisfacción en pacientes y
familiares. Su factibilidad se relaciona con los avances científicos–técnicos evidenciados
en la psiquiatría, creando bases para la reinserción de los enfermos mentales a la
sociedad, especialmente los pacientes con trastornos esquizofrénicos. Para este fin
habría que superar estigmas que asocian a estos pacientes como la violencia y la
enajenación social. Esta situación, unida al polimorfismo sintomatológico, la
impredicibilidad de la conducta y los insuficientes conocimientos para el manejo
integral de una persona esquizofrénica, constituyen factores que pueden interferir
desfavorablemente en el desarrollo adecuado de la dinámica familiar en hogares donde
conviven estos pacientes.
La familia constituye la célula fundamental de la sociedad, en su seno se toman
decisiones y se afrontan problemas con distintos grados de cohesión entre sus miembros;
el hogar es el lugar idóneo donde residen sus redes fundamentales de integración e
interacción social, que facilita la socialización del enfermo mental crónico.
Los cuidados que brindan las familias se incluyen como informales y abarcan: los
asumidos por personas que proceden del círculo familiar (en más del 80 % de los casos),
por amistades y vecinos, o los que de una o más personas no autónomas que viven
alrededor del paciente y no perciben remuneración alguna por realizar estas tareas.
Existen varias técnicas utilizadas en el trabajo con los cuidadores; dentro de ellas
tenemos las intervenciones clásicas en grupo, donde se implementan estrategias
educativas diseñadas para proporcionar información y tienen como objetivo aumentar