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esquizofrenia existen diferencias de sexo: en los hombres la enfermedad se inicia como
promedio entre 3 y 4 años antes, además, estos tienen mayor riesgo vital (30-40 %) de
tener esta enfermedad. Se considera que este fenómeno pudiera estar dado por la pobre
red de apoyo familiar que tienen los hombres.
En el estudio realizado por Sabina Roméu
(10)
se evidencia que los principales motivos de
ingresos de los pacientes fueron: cambios en hábitos e intereses (65,7 %), lo que
clínicamente se interpreta como un comportamiento desorganizado, y hablar cosas sin
sentido (51,4 %), lo que se interpreta como disgregación del pensamiento. En nuestros
resultados, la disgregación del pensamiento y el comportamiento desorganizado
alcanzaron un 91 % y 84 %, respectivamente, considerándose como cifras elevadas y
coincidentes con los resultados expuestos.
En cuanto a las formas clínicas, el presente estudio encontró un 47 % de la forma
paranoide, lo cual coincidió con lo encontrado por Avilés Castellanos,
(9)
el que reportó
un 42 %. La forma paranoide es la más frecuentemente encontrada, incluso en las edades
de 25-35 años.
(9,10)
La aparición de cualquier enfermedad crónica en los jóvenes crea un
mecanismo de rechazo que se representa en resistencia a la ayuda médica, más si se
trata de una enfermedad mental como la esquizofrenia. Además, de que estos enfermos
no han alcanzado una maduración cerebral completa, se considera que tienen menor
volumen de tejido encefálico que una persona sana; asimismo, producto de la
enfermedad y de la forma clínica paranoide, con el paso del tiempo hay mayor pérdida
de este tejido, por tanto, mientras más temprano aparezca la enfermedad, el pronóstico
sea más desfavorable.
En nuestro estudio, la mayoría de los pacientes consumían haloperidiol (78 %) y
trifluoperazina (42 %), cifras similares al estudio realizado por Sabina Roméu,
(10)
que
mostró el uso de estos neurolépticos en el 40 % de los casos. Aunque aún no se dispone,
en nuestro país de un arsenal terapéutico ideal, a tono con los avances en
psicofarmacología, en términos generales se cumplen las pautas propuestas a nivel
internacional. El uso de fármacos como la trifluoperacina, haloperidol y cloropromazina,
ha sido avalado por decenas de años de utilización y son de uso común en los servicios
de psiquiatría, con independencia de que la disponibilidad de otros antipsicóticos es un
elemento que gravita sobre las decisiones.
(10)
Los llamados antipsicóticos atípicos, tales
como olanzapina, quetiapina, clozapina, risperidona, etc., se utilizan en caso de
predominar síntomas negativos de la enfermedad.
A pesar de que no se encontraron estudios que ofrecieran datos cuantitativos sobre la
variable evolución clínica, en nuestros pacientes era medianamente favorable, lo que
nos alerta a trabajar más ante una población joven, que se demora en admitir la ayuda
médica y con tendencia a sufrir las formas peores de la enfermedad. Estos elementos
nos llevan a plantear la hipótesis de que los pacientes jóvenes tienen peor pronóstico y
evolución clínica que los demás, por lo que experimentan más recaídas al año y propicia
el establecimiento de estrategias de intervención desde el nivel primario, como las
herramientas terapéuticas multidisciplinarias, para disminuir la incidencia de la
enfermedad en quienes están predispuestos a padecerlas y hacer más benevolente su